Blade Runner, culto a la vida
Blade Runner

BITÁCORA

“He visto cosas que vosotros no creeríais. He visto naves en llamas atacando más allá de Orión. Rayos-C brillando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia…”

Desde su estreno en 1982, Blade Runner ha sido uno de los más deliciosos manjares del cine de ciencia ficción. El director Ridley Scott consiguió crear una obra de impresionante riqueza estética, hoy convertida en un fenómeno de culto. Muchos pueden decir que esta película cambió sus ideas para siempre.

Una realización anterior, también dirigida por Scott, comparte idéntica responsabilidad. Alien, el octavo pasajero (1979) destrozó los convencionalismos del cine de ciencia ficción, mezclando elementos típicos del género con un terror visceral. Con Blade Runner, Scott volvió a utilizar la ciencia ficción para contar una historia cargada de elementos clásicos del cine policial. Aunque fue mucho más lejos.

En el género, sobre todo el escrito, siempre fue común la presencia de gigantescas metrópolis del futuro, de cielos nublados de tráfico aéreo y sociedades hundidas en el desperdicio industrial. Pero nunca estos elementos habían sido mostrados en el cine con tanta habilidad. Blade Runner tiene la virtud de sumergir al espectador en un mundo oscuro, agobiante, un futuro siniestro pero completamente creíble.

“Pienso que de repente muchos directores se han dado cuenta que el cine de efectos especiales no necesariamente significa una mala película”, decía Scott en 1982. “La palabra ´efectos especiales´ se asocia frecuentemente con las películas de terror de baja calidad. Pero ahora yo creo que las películas con buenos efectos están empezando a llamar la atención de un tipo diferente de director. Directores y productores están empezando a darse cuenta que los efectos especiales son simplemente herramientas para hacer una buena película, una parte muy necesaria. Y a menos que el director no se vea envuelto en estas nuevas posibilidades, está apostando al azar. El director tiene que involucrarse en la tecnología o lo que conseguirá serán los efectos equivocados.”

Fiel a sus palabras, Ridley Scott creó un filme espléndido. La ciudad donde transcurre la historia, Los Angeles en 2019, es un lugar sombrío, eternamente asolado por la lluvia y una atmósfera con altos índices de polución y radioactividad. Efectivamente, hay tráfico aéreo, y por todas partes puede advertirse que la humanidad sobrevive como puede bajo la mirada impasible de los que ostentan el poder económico. Blade Runner contiene imágenes brillantes. Gigantescas chimeneas arrojan lenguas de fuego al cielo de Los Angeles, dirigibles comerciales flotan lentamente entre los rascacielos haciendo propaganda oficial, en las paredes palpitan avisos de Coca-Cola y Nikon de cientos de metros de altura.

Las calles son estrechas, atestadas de gente de todas las razas y credos. En un solo lugar pueden verse coches antiguos, patrulleros que sobrevuelan las calles, gente en bicicleta o conversando en un puesto de comidas rápidas. En ese futuro oscuro creado por Scott, una guerra ha terminado con casi todas las especies animales, y la humanidad se ha polarizado a extremos inéditos. Todo esto, sin embargo, es solamente el escenario de una historia que tiene mucha complejidad y que todavía hoy, cuarenta años después, ya convertido en un clásico del cine y con alguna secuela muy digna, sigue admitiendo nuevas interpretaciones y provocando asombro en sus espectadores.

Blade Runner, culto a la vida

Nexus-6

Blade Runner, más allá de su calidad visual, es un gigantesco espejo de las preguntas que todos nos hicimos alguna vez. El guión es una adaptación bastante amplia de la novela de Phillip K. Dick, “Do Androids Dream of Electric Sheep?” (“¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”) publicada en 1969. Dick trabajó muy de cerca con Scott en la adaptación del guión. Como en la novela, Blade Runner es la historia de un detective obligado a buscar y eliminar a los humanos sintéticos que amenazan la integridad del sistema… una amenaza que sólo ve la Corporación Tyrell, creadora de estos hombres y mujeres artificiales llamados, vulgarmente, “replicantes”.

Los replicantes fueron creados gracias a la ingeniería genética para ser usados como trabajadores en las colonias mineras e industrias que la Tierra explota fuera del Sistema Solar. Tienen una vida limitada, por lo general de cuatro años, y no se les permite albergar sentimientos de ninguna clase. Son, en realidad, una nueva clase de esclavos… una nueva clase de hombres, los hombres creados por una sociedad enferma, y ésta es la imagen de mayor potencia en el filme: una sociedad desgarrada, un mundo destrozado.

La ciencia ficción se ocupó siempre de advertir al hombre acerca de su destino. Blade Runner cumple con esa premisa de una forma contundente. “Un día me desperté y supe”, dice Phillip K. Dick, “que habíamos arrojado al Atlántico 47.000 barriles de basura nuclear y casi la mitad de eso al Pacífico. En 45 años esos miles y miles de barriles de basura nuclear, esos desechos radioactivos, empezarán a envenenar el océano y a destruir la cadena de vida en su mismo origen. Repentinamente, comprendí que, aunque no estaré vivo cuando eso suceda, mis hijos y otras personas sí lo van a estar. Comprendí que éste es el problema más urgente que debemos enfrentar. La destrucción del océano es la destrucción de las mismas fuentes de la vida. Estamos envenenando nuestro mundo y lo que realmente debemos hacer nosotros es ser los guardianes y cuidadores de la biosfera. Siempre había pensado en ello como una situación hipotética, y de repente todo se volvió extremadamente real.”

El mundo que vemos en Blade Runner es el producto de nuestros descuidos. Apenas el hombre ha logrado sobrevivir, pero en condiciones espantosas. Casi no hay animales, de manera que se han reproducido artificialmente. Es caro tener uno, un símbolo de bienestar económico, de poder.

Los Nexus-6, los replicantes, han sido hechos con una tecnología similar, aunque provistos de variados niveles de inteligencia de acuerdo a la tarea para la que han sido destinados. Sus cuerpos pueden ser más fuertes, al igual que sus reflejos y capacidad de supervivencia; pero no tienen alma. En el guión, Deckard, el personaje principal -protagonizado por Harrison Ford-, es el cazador encargado de asesinar a un grupo de seis replicantes prófugos que han llegado a la Tierra en busca de respuestas.

La simbología de Blade Runner es muy rica. La Corporación emerge sobre los rascacielos como una pirámide dorada de miles de pisos, y en su cúspide, como en la mitología egipcia, reside Tyrell, el creador de los replicantes, el que les ha dado vida a través de su tecnología; Dios. Los Nexus-6 van hacia él en busca de respuestas. Quieren comprender quiénes son, por qué sólo pueden vivir una vida limitada. Por qué se les ha negado la posibilidad de tener sentimientos.

Es inevitable no comparar los escenarios y situaciones de la película con múltiples símbolos religiosos. En las calles, a veces, pueden verse pentagramas; Roy Batty, el replicante que perdonará la vida de Deckard, su ejecutor, hunde un clavo en su mano derecha, como un Cristo del futuro. En el final vendrá la comprensión y el perdón.

Blade Runner, culto a la vida

Palomas

Existen seis versiones de esta original Blade Runner. Las más conocidas son, naturalmente, la versión internacional estrenada en 1982 (116 minutos, 58 segundos) y el “Corte del Director” de 1993 (116 minutos, 6 segundos). En la actualidad es más fácil conseguir la segunda.

Entre una y otra hay algunas diferencias. La versión internacional de 1982 contiene algunas pocas escenas de mayor violencia, tiene una narración o “voice-over” de Deckard explicando los devenires del guión y un final feliz, estas últimas dos cosas a pedido de los directivos de Warner Bros. El “Director´s Cut” de 1993 no tiene narración ni final feliz (éste es más ambiguo, ya que termina en el momento en que Deckard y Rachel entran en el ascensor), y agrega una escena de seis segundos en la que el detective sueña con un unicornio.

Las interpretaciones de este sueño apuntan a la intención original de Ridley Scott, que admitió estar de acuerdo con la idea de que el sexto replicante, del que nunca se sabe nada en el filme, es el propio Deckard. Alguien fabrica un unicornio de origami, y se lo deja a las puertas del departamento; esto podría ser porque esa persona sabe que el detective sueña con unicornios, ya que ha tenido acceso a los planos de diseño de Deckard, y de esa manera se lo estaría haciendo entender. 

Esta versión también contiene la digitalización de la banda de sonido original de Vangelis.

Posteriormente aparecieron nuevas versiones del clásico, con escenas mejoradas por vía digital y por supuesto mucha mayor calidad de imagen y sonido. Verdaderos tesoros para los amantes del cine.

La vieja Blade Runner puede ser vista muchas veces y con distintos ojos. Es un filme completo de detalles y de conceptos sutiles. Es una advertencia. También es una poderosa historia de amor. En su corazón busca las respuestas que la humanidad necesita despiadadamente.

“No sé por qué me salvó la vida. Quizás en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca. No sólo su vida; la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: de dónde vengo, a dónde voy, cuánto tiempo me queda. Todo lo que yo podía hacer era sentarme allí y verlo morir.”

Durgan A. Nallar

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